La historia literaria y el presente están oscurecidos
por silencios... he tenido la necesidad especial de
aprender todo lo que pueda sobre esto a lo largo
de los años, permaneciendo casi muda y teniendo
que dejar la escritura morir en mí una y otra vez.
Estos no son silencios naturales —lo que Keats llamó agonía tediosa—
ese tiempo necesario para la renovación, el ocio, la gestación,
en el ciclo natural de la creación. Los silencios de los que hablo
no son naturales: la frustración no natural de aquello que lucha
por llegar a ser, sin lograrlo.
Estos silencios son nuestra cruz.